Justo Alejo, por Miguel Alejo Alcántara
Miguel Alejo Alcántara reflexiona sobre un libro al que califica de "inusual", formado por una selección de poemas visuales de Justo Alejo realizada por Manuel Ángel Delgado de Castro.

Recientemente se ha publicado un libro INUSUAL; se trata de una selección de poemas visuales entresacados certeramente, de entre la obra poética de Justo Alejo, por Manuel Ángel Delgado de Castro, estudioso y experto en la trayectoria literaria de Alejo. La presentación al público tuvo lugar apenas hace un mes en Zamora, tierra natal del poeta, con la presencia de un público entusiasta.
La edición a cargo del Servicio de Publicaciones de la Universidad de León, dentro de la colección Caligramas, ha sido cuidada para acentuar en el lector el impacto del contenido, desde la portada, llena de sugerencias, a la textura del papel, el gramaje, los colores o la disposición de las cajas y el respeto tipográfico por los originales.
Calificar el libro de inusual pretende movilizar alguna reflexión, en tanto que se aparta de la convención por su contenido, su composición formal, el momento de su publicación y por su vigencia.
Justo Alejo fue un poeta de mediados del siglo pasado, fallecido prematuramente en pleno desarrollo creativo, ausente en los cenáculos literarios y por todo ello poco (re)conocido. Su obra, que podríamos conceptuar de poesía filosófica tanto como de filosofía poética, resulta ardua formal y conceptualmente, lo que no contribuye a su popularidad. A pesar de lo dicho, cuarenta y cinco años después de su muerte sigue vivo el interés por sus escritos, como pone de manifiesto esta antología.
La lúcida elección del título por el profesor Delgado de Castro integra el calambur (FLORecen/paSOS), uno de los recursos formales más utilizados por Alejo en todas sus formas, y atina con la aparente antítesis que se formula de tal manera que, pese al avance del tiempo, el olvido no consigue enseñorearse de la obra que otra vez retoña y vuelve a florecer, sin agotar su vigencia en ninguno de los ámbitos en que sea confrontada, obra abierta a fin de cuentas, en permanente estado de revalidación.
El exuberante florilegio que en el libro se nos muestra está lleno de imágenes sugerentes de todo tipo: encontramos imágenes verbales, gráficas, mentales, ópticas o perceptuales sin que ninguna de ellas adquiera predominio sobre otras, sino que constituyen lo que W. Mitchell denomina una familia de imágenes que comparten un espacio de representación y juntas conforman una estructura; el resultado de esa hibridación produce un fértil y fluido diálogo y abre una compleja red de interpretaciones en las que se hallan implicados elementos de carácter personal, cultural, simbólico, y social.
Justo recoge la tradición poética, pero la confronta con su tiempo y entiende que se le queda corta, por eso se muestra transgresor con la palabra, subversivo en las formas y utiliza todo tipo de recursos a su alcance para desmontar la realidad y recrearla de nuevo a su antojo en una ficción cambiante, como la representación del mundo que es; esa frescura creadora en su poesía, lejos de la ortodoxia, no resulta fácil de comprender, es preciso identificar su arquitectura viva e incluso, lo que a veces parece ausencia de ella, reconocer los elementos que utiliza y las estrategias que lleva a cabo para expresar lo que quiere decir, pero una vez que se accede a su interior se despliega un universo brillante y autónomo donde las cosas cobran sentido y todo adquiere coherencia; eso sí, hasta llegar a ese punto, el lector se ve obligado a realizar la tarea inversa y buscar las razones por las cuales el poeta ha dispuesto así las cosas.
En cierta medida, Justo Alejo viene a ser precursor de un modelo que se instalaría en nuestras vidas mucho tiempo después de su desaparición, el modelo reticular, donde los distintos elementos se proponen interconectados sin centralidad ni temporalidad discursiva, para propiciar un recorrido constructivista por parte del lector que ha de movilizarse activamente para acceder a la realidad allí montada. A menudo utilizó técnicas de vanguardia como el collage y el montaje, históricamente ligadas al cubismo y al arte abstracto, que incorporan una organización particular de los elementos tomados separadamente, de manera que constituyan un todo que sea útil al creador de la obra a la hora de expresarse, e involucre al lector para vivir una experiencia con sentido.
La poesía de la normalidad, según la denominación de V. L. Mora, hace mención a las condiciones implícitas que una pequeña casta de poetas consagrados establece sobre lo que debe considerarse verdadera poesía: poemas cortos cerrados en sí mismos, con una estructura clara y bien definida, que rechazan el poema filosófico o de corte epigramático, así como el poema en prosa; no están bien vistos los saltos espaciales, los encabalgamientos o los espacios en blanco, la ausencia de signos de puntuación. El discurso debe ser comprensible sin necesidad de relectura y, frente a ello, la poética de Alejo aparece abiertamente heterodoxa y radical; no resulta de acceso inmediato, porque se muestra como un espacio de experimentación constante donde no todo es de fácil digestión, y esa puede ser otra de las razones de su desconocimiento por parte del gran público. En ella adquieren parecida relevancia lo verbal o lo visual, lo sintagmático como lo icónico, el espacio y el tiempo. Con frecuencia el lector se ve obligado a desplazarse a tientas por el poema, mientras establece conexiones plurales diversas, en un viaje que parece desconcertante a primera vista, pero acaba resultando deslumbrante para quien se acaba aventurando entre sus resquicios.
La actitud experimentadora ya se encontraba en las vanguardias históricas y en la neovanguardia española, pero en la poesía de Justo, a diferencia de ésta última que restringe la experimentación a cuestiones meramente estéticas, pervive el talante reivindicativo y utópico propio de aquellas, que pretendían la transformación de la sociedad a través del arte, además del respeto por la tradición.
A propósito de este concepto, A. Fernández Mallo distingue en Postpoesía. Hacia un nuevo paradigma (2009) dos modos de entender la palabra tradición, según ésta opere desde el interior mismo de la poesía, que suele acabar así esclerotizada, o desde fuera de ella y concluye que, para mantenerse viva, la poesía debe alimentarse del exterior y en actitud abierta para captar la tradición y a la vez los flujos cambiantes de la sociedad, en una suerte de fotosíntesis.
No se trata sólo de adjuntar provocativamente elementos diversos sino de distinguir cómo son las relaciones que se establecen entre ellos, lo que otorga connotaciones interesantes al todo. Como dice P. Bürger en Teoría de la Vanguardía (2000), «esa es la reacción que pretende el artista de vanguardia, porque espera que el receptor, privado de sentido, se cuestione su particular praxis vital y se plantee la necesidad de transformarla».
Totalmente oportuna, en mi opinión, esta iniciativa de M. Ángel Delgado, plena de compromiso y actualidad, que desafía el paso del tiempo, adecuadamente respaldada por la institución leonesa, y espero que permita al lector joven acercarse a la obra de este gran poeta, poco conocido incluso en su propia tierra, a pesar de contar con un público fiel, si bien bastante reducido para la calidad y hondura de su propuesta.
Miguel Alejo Alcántara
Justo Alejo, FLORecen hacia el olvido tus paSOS, pról. y selección de Manuel Ángel Delgado de Castro, León, Universidad de León, 2024, col. Caligramas, 10.
