Chantal Maillard: hacia una poética de la percepción, por Celia Carrasco Gil
Celia Carrasco Gil reflexiona sobre la poesía fenomenológica enunciada por Chantal Maillard en La razón estética.

En el capítulo de La razón estética titulado «Poética de la percepción», Chantal Maillard sienta las bases de una poesía fenomenológica que se fundamenta sobre la idea de la transformación del instante percibido en un acontecimiento para la memoria. La autora, que es perfectamente consciente de que el lenguaje que usamos para nombrar la realidad es una herramienta fosilizada por el uso que ha perdido su inmediatez, pone en duda ―a mi parecer, con gran acierto― el carácter absolutamente referencial de la palabra con respecto a la realidad nombrada, al considerar que esta no alcanza ya a expresar las cosas tal y como son ―si es que en algún momento tuvo tal capacidad― y no nos permite establecer una identidad entre el ver, el decir y el ser.
Desde la aspiración de poder llegar a expresar el cuando como una experiencia estética, Chantal Maillard concibe la poesía fenomenológica como «aquel gesto del lenguaje que con la mínima expresión es capaz de manifestar el instante» (Maillard, 2017: 220), esa aprehensión del estar-siendo en el aquí y ahora de un no-tiempo donde la mirada del observador está altamente implicada en la experiencia perceptiva del presente. Tal vez un buen ejemplo de cómo la mirada se convierte en instrumento de estetización lo encontremos precisamente en la manera en que Maillard construye su poemario Matar a Platón (2004), donde el yo lírico observa el instante de un atropello y el libro se configura desde la percepción sensorial de una mirada que encuentra en el cuando del accidente una experiencia estética que le permite transformar el instante percibido en un acontecimiento para la memoria. El poemario, además, está concebido bajo la forma de una versión original subtitulada, en la que los poemas tratan de aprehender la inmediatez del atropello en su estar-siendo y los pensamientos actúan como subtítulos de dichas imágenes.
Por otro lado, en estas páginas sobre la poética de la percepción, Chantal Maillard enuncia una teoría de la «velocidad vibratoria» (2017: 220), por la que la conciencia del ente que atiende al instante ―concebido como la detención momentánea de otro movimiento cósmico― crea en su ritmo una vibración complementaria que le permite aprehender, desde un estado de armonía, el cuando de aquello que contempla. La autora promueve así una poesía que sea capaz de dar cuenta de la percepción del instante y que actúe como una vía de fuga, como una devolución de las posibilidades que restó al ser la ontología platonizante. Para ello, se centra en la cuestión aesthesica de la educación de la mirada, orientada a captar el estar-siendo del presente, del ahora, de ese momento sin sucesión donde aparece el phainómenon, esa presencia del objeto advertida desde la singularidad y la irrepetibilidad del gesto que se percibe por medio de la sensación.
De acuerdo con estas ideas, Maillard atribuye cuatro características fundamentales a la poesía fenomenológica, que son: la simplicidad de la expresión y la sencillez rítmica, la acción situada en el presente, la captación de la singularidad y la búsqueda de la apertura de posibilidades. Cabe destacar, además, que la poesía fenomenológica forma parte de toda una teoría de la percepción más abarcadora en la que la autora pretende convertir el mundo en un objeto estético. Como punto de partida, Maillard abandona la idea aristotélica de que la verdad corresponde al conocimiento y la verosimilitud a la creatividad, ya que renuncia a las nociones de verdad y representación en favor de la validez y la presentación y, desde el término de validez epistemológica, equipara la realidad a la ficción y el conocimiento a la capacidad de creación.
Chantal Maillard, además, concede gran importancia al sujeto estético, al que identifica con un vidente capaz de situarse en el límite y de llevar a cabo una recepción atenta y una atención receptiva, por medio de una mirada con actitud estética, que encuentra su correlato auditivo en el estado de disponibilidad y receptividad extrema tan trabajado por José Ángel Valente, y en la espera y la escucha extrema en que dicho poeta confluye con Edmond Jabès. Es así como se llega a la razón creadora propia de la razón estética, una razón poiética, esa manera de estar en el mundo que Chantal Maillard identifica con el ensanchamiento de los sentidos. Además, la consideración de que «el espectador es un "resonante"» (2017: 229) puede identificarse con la idea de la pasividad activa de María Zambrano, de la que Valente parte precisamente para enunciar la actitud de receptividad extrema en la que el poeta llega a hacerse receptáculo del instante que se le manifiesta.
Chantal Maillard, no obstante, es consciente de que la poética de la percepción supone adoptar una actitud estética que implica abarcar planos cada vez mayores con la mirada, ver cómo la existencia de las cosas rebasa los límites de cualquier expresión posible, quizás hasta llegar al punto del desbordamiento mismo de las cosas ante el intelecto que intenta apresarlas, estado que la autora identifica con la náusea sartriana. Advierte entonces cómo el miedo a la estetización del mundo procede en ocasiones del miedo a la posible disolución de los límites de dicho mundo y del yo que en él se encuentra, y acaba por ejemplificar esta idea por medio de las vías del budismo y las ideas de samsara y nirvana, hasta llegar a la conclusión de que estas dos ideas del pensamiento de Nagarjuna remiten a una esencia que es un vacío. Chantal Maillard muestra cómo los fenómenos son objetos de conciencia vacíos. Y dado que la conciencia no es nada sin objeto de conciencia, esto nos sitúa ante un estado de no-mente en el que no puede haber otro conocimiento de la auto-naturaleza salvo la idea de que la verdadera naturaleza de los seres no puede ser conocida. Es aquí donde parece cobrar relevancia la poética de la percepción de Maillard, que sostiene que quizás la única forma de acercarse a capturar esta auto-conciencia imposible de conocer sea en la inmediatez del instante propio de la poesía fenomenológica ―que tanta relación guarda, por otra parte, con el haiku como vivencia de un instante, extrañeza ante el asombro del detalle y aprehensión de ese acontecer en el que participa el propio poeta―.
Tras todo lo anteriormente señalado, me gustaría concluir este texto reforzando la relevancia que considero que tiene el hecho de que la poética de la percepción de Chantal Maillard se enmarque dentro de una teoría más abarcadora que opta por concebir el mundo como un objeto estético. Dicha teoría incide en la importancia de que exista un sujeto activo, con capacidad vidente y resonante, dos características, a mi juicio, muy relevantes para que pueda captarse el momento singular e irrepetible del phainómenon en ese estar-siendo del no-tiempo. Además, resulta muy revelador que la autora construya una poética desde lo que parece ser un preludio a la escritura, ya que, en estas páginas, Chantal Maillard está dando cuenta de cómo el poema no nace en el papel, sino que, en ocasiones, la escritura o la plasmación en un soporte material de memoria es realmente el final del proceso, la manera de dejar constancia del paso del instante percibido al acontecimiento. Y por último, también es muy significativa la manera en que Chantal Maillard consigue sortear la división aristotélica entre verdad y verosimilitud y sustituye dicha dicotomía por la noción de la validez epistemológica, en la que la autora, desde su doble identidad de poeta y pensadora, logra trascender cualquier dicotomía al equiparar la realidad a la ficción y el conocimiento a la capacidad de creación.
Celia Carrasco Gil
Bibliografía
Chantal Maillard, La razón estética, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017.